miércoles, febrero 23, 2011

23-F en Lorca

Hoy que se cumplen 30 años del famoso 23F de 1981 recupero este articulo escrito por Pedro Guerrero, maestro, poeta y lorquino
 
23-F EN LORCA

La Opinión de Murcia - 23/02/2007
 
Hablo de memoria. Pero en Lorca, el 23 de febrero de hace 25 años se produjeron unos hechos que (salvo una pequeñísima nota en El País, firmada por Llorens, dos días después de aquel intento de golpe de Estado, y un artículo de Ángel Montiel, el año pasado por estas fechas) parecen desconocerse en la amplia bibliografía de los sucesos que paso a comentar.
 
Soy testigo. Aquel 23-F, y siendo aproximadamente las nueve de la noche, estaba en el despacho del entonces alcalde de Lorca, José López Fuentes (PSOE). Era concejal del Ayuntamiento lorquino por el grupo Independiente. En aquel momento, puedo recordar que por allí andaban: Benigno Sánchez Morales (PSOE), José Antonio Soler (UCD), Francisco Carrasco (AP) y José Almagro – ya fallecido – secretario general del Ayuntamiento. Tal vez había alguna persona más, pero no puedo precisar. Lo que sí recuerdo perfectamente es que apareció Luis Alberola – también después fallecido – farmacéutico, quién nos dijo: “Si hago falta para algo, sepan que me tienen a su disposición. Estoy indignado por la situación que se ha producido en el Congreso de los Diputados”. Todos andábamos preocupados y a la espera de noticias sobre el secuestro de los diputados en el hemiciclo.
 
Serían las nueve y media, aproximadamente, cuando sonó el teléfono. Lo cogió el alcalde. Cuando terminó de hablar, nos dijo: “Es Vara del Rey, el coronel del regimiento Mallorca 13. Me dice que asume el mando civil de la ciudad. Y que salgamos de aquí. Se suma al bando militar de Milans del Bosch en Valencia. Debemos irnos de aquí. Voy a dar orden a la Policía Municipal de que cierre la puerta principal del Ayuntamiento y queden al mando del coronel”.
 
Yo no hubiese salido de aquel Ayuntamiento. Y cuando así lo hice saber, se me sumó alguien más, no recuerdo quien; pero finalmente, y como se cerraba el edificio, nos fuimos de allí. El alcalde dijo que se iba a Comisaría. Yo llamé a mi mujer, quien me dijo que me habían amenazado por teléfono, y que me fuera a casa cuando antes. Me despedí de los compañeros concejales y salí hacia la calle. Pude comprobar que los militares habían tomado la ciudad.. Un capitan con varios soldados había ocupado Radio Popular de Lorca para leer el bando del golpista Milans del Bosch y para que sólo se radiara música militar. Los soldados desalojaron cines y cafeterías. En Lorca no había nadie por la calle. Tan sólo, y a una distancia prudencial, pude comprobar que en la Corredera, un grupo de personas de extrema derecha, muy conocidas desde hacía años por sus ideas fascistas, iban con algunos jovenzuelos con camisas azules.
 
Llamé a casa de mi hermano Pepe. Su mujer, muy preocupada, me dijo que no estaba. Bajé hasta el Óvalo y observé que los militares paraban los coches indicando a los conductores que se marchasen a casa. Había toque de queda. Pronto empezaron a pedir documentaciones, tal vez con el ánimo de disuadir a la poca gente que pasaba por allí. Pude comprobar también que la Avenida Juan Carlos I estaba tomada por el ejército, por el Mallorca 13. Soldados, coches, camiones y carros ligeros ocupaban toda la avenida.
 
Por la calle Lope Gisbert volvé hasta mi casa. Me pidieron la documentación dos veces. Y me avisaron de que era peligroso andar por la calle. Lo pasé mal, porque me encontré con un oficial que me amenazó. No daré su nombre porque aún vive, pero él lo sabe bien. Le dije que no le servían de nada sus amenazas, que si Franco no pudo conmigo, mucho menos el coronel Vara del Rey. Me dijo que me apartara y esperara. Lo hice. Él llamó a alguien a través de un aparato telefónico de campaña o algo así. Al poco tiempo, volvió hacia mí. “Has tenido suerte - me dijo -. Mi batallón sale fuera de Lorca ahora mismo. Nos veremos.” No sé si su batallón u otro, pero Vara del Rey se dirigió hacia Murcia. Y les paró la brigada de Alcantarilla, por lo que supe después. Se ve que el tal Vara del Rey quería “echar una mano” a los murcianos, o tomar la ciudad, ¡cualquiera sabe! De estos personajes se puede esperar de todo.
 
Cuando llegué a casa, había recibida otra llamada amenazando mi seguridad. Varios amigos me llamaron para interesarse por mí. Me decían que me fuese de Lorca y que, si quería, me recogerían para esconderme en alguna parte. No lo hice. Me llamó mi hermano Pepe, ya en su casa: “¿Es que no vamos a salir a la calle para defender la democracia?”, me dijo irritado. Le comenté que esperara, que quedara tranquilo. “Tanto hemos esperado, y durante tantos años”, le dije. Le pedí prudencia. Y me quedé con mi familia y en mi casa. Finalmente, después de aquella noche con tanta incertidumbre, pude oir al Rey.
 
A los pocos días en las grandes ciudades donde había cuarteles militares se prepararon desfiles para fortalecer la unidad constitucional del Ejército con la soberanía popular: unión del ejército con su pueblo, algo así. El de Lorca se hizo a lo grande, en la misma avenida de Juan Carlos I. Se colocaron los palcos y tribunas de las procesiones de Semana Santa. Como yo era concejal, y aunque “la música militar nunca me supo levantar”, como dice Patxi Andion, fui y me senté para presenciar el desfile.
 
Apareció – gafas oscuras, de gala y con todas sus distinciones militares en el pecho – el coronel Vara del Rey pasando revista a las tropas, en un coche militar descapotable. Todos se levantaron y aplaudieron. Yo me quedé sentado. Pronto me levanté del asiento y me fui de allí avergonzado. El golpista se había reconvertido. Golpista igual que Milans, que Tejero, que Pardo, que Armada, que todos y cada uno de los que se sintieron fuertes con sus armas frente a la legalidad constitucional, los mismos que se levantaron contra la legalidad republicana, otra vez, como aquellos que, durante cuarenta años, querían salvarnos de esos enemigos invisibles de su única y gran patria. Pero nunca se juzgó la actuación de Vara del Rey, de aquel ejército en la calle por obra y “gracia” de aquel bando salvador de España, bando leído e interpretado fielmente por el coronel del Mallorca 13. En Lorca, igual que en Valencia, exactamente igual.
 
Menos mal que aún quedan lorquinos que saben que cuanto digo es la verdad. Seguramente hay algo más, pero yo sólo cuento lo que he visto y oído. Lo que guardo en la memoria, en la que, con el tiempo, se ha sumado pena y repugnancia por aquellos sucesos que ahora relato, ante el silencio de lo sucedido en Lorca. Todavía, los 23-F, siento vergüenza, una vergüenza ajena difícil de olvidar.

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